Qué obstáculos nos pueden impedir ahorrar

De alguna manera, todos hemos sucumbido a la atracción de gastar una cantidad excesiva de dinero. Ya sea tentados por una oferta demasiado atractiva o impulsados por el anhelo de complacernos con un capricho, terminamos atrapados en la vorágine del consumismo que se va formando cuando nos exponemos a estímulos que afectan nuestras elecciones.

La mayoría somos plenamente conscientes de que gastar de manera impulsiva o innecesaria no es prudente desde una perspectiva económica. No obstante, liberarse de las diversas artimañas psicológicas del consumo a menudo se convierte en algo muy complicado de conseguir.  

Cómo evitar caer en las trampas psicológicas del marketing actual

El punto de partida para corregir la situación y poner fin a los gastos excesivos es adquirir conocimiento y distinguir entre las diversas estrategias utilizadas por las empresas o los sesgos cognitivos que fomentan el consumo excesivo y obstaculizan el ahorro de ese dinero.

La carencia de autodominio, estimulada por la compra impulsiva, es una de las situaciones más habituales que nos conducen a adquirir un producto. En esta instancia, el comprador prescinde del razonamiento sobre la necesidad del bien o servicio. Así, no evalúa de forma adecuada sus características o precios, ya que simplemente se deja llevar por sus emociones en un momento determinado.

En vez de realizar una evaluación lógica de la utilidad o necesidad del producto, se opta por una decisión de compra fundamentada en las emociones. Esto puede ser impulsado por diversas sensaciones que nos cause el producto, como puede ser la felicidad, la alegría, el amor, la confianza o el prestigio.

Por tanto, los comerciantes frecuentemente emplean tácticas que apelan a las emociones. Para ello utilizan recursos como los anuncios, campañas de marketing y experiencias de compra diseñadas para crear impresiones positivas. No obstante, el comprador puede acabar lamentando estas adquisiciones si no satisfacen sus necesidades reales o si la emoción inicial se desvanece.

Estrechamente ligado a lo mencionado previamente, este factor psicológico se refiere a la inclinación de adquirir un producto con el fin de experimentar una satisfacción instantánea. Resulta sumamente sencillo sucumbir ante un impulso cuando las emociones toman el control y uno no es capaz de ejercer dominio sobre ellas.

En esta línea, numerosos compradores dan preferencia a las gratificaciones de corto plazo en lugar de las recompensas a largo plazo. Esta situación puede presentarse cuando una persona se encuentra en un estado de excitación, tentación o influencia externa, y el anhelo de una gratificación instantánea la impulsa a realizar una compra sin detenerse a reflexionar en exceso.

Consecuentemente, un comprador puede terminar desembolsando más de lo previsto simplemente debido a esa necesidad fugaz de poseer algo. Y es un hecho muy común: cuando nos dejamos llevar por un capricho de adquirir un producto, resulta sumamente tentador comprarlo de inmediato, sin importar si realmente lo aprovecharemos o si supone un costo elevado a largo plazo.

La aversión a la pérdida en el contexto de las compras se refiere al poderoso efecto psicológico que provoca la idea de perder una oportunidad. La resistencia a dejar escapar una ocasión o ventaja puede llevar a las personas a gastar más de lo que normalmente lo harían.

La presencia de una oferta que caduca en breve, el envío gratuito para compras por encima de cierta cantidad, la escasez de unidades de un producto en particular, o la posibilidad de contratar un servicio adicional a un precio reducido,etc. Todos estos son ejemplos en los que podemos sentirnos obligados a realizar una compra, incluso si ello implica gastar más dinero o adquirir algo que no necesitamos o no nos gusta tanto.

El cerebro humano tiene una tendencia a magnificar las pérdidas, lo que significa que la idea de perder una oportunidad, como un descuento, puede tener más peso que haberla aprovechado. Esto, a su vez, genera un sentido de urgencia en los consumidores.

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